lunes, julio 10, 2006

 

CEMENTERIO INDIO La Crónica de esos días

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La frase que resume el campamento podría ser que “fue de menos a más”. De hecho, empezó bastante complicado: los chicos llegaron a la terminal de Minas a eso de las 12 y Arturo –estrenábamos director de campamento- les pidió que empezaran a caminar hasta el lugar donde acamparíamos mientras él iba con la camioneta a descargarla allí y volvía a buscarlos. El tema es que los caminantes llegaron después de dos horas de camino hasta el lugar del campamento, donde un tractor estaba cinchando la camioneta, que se había quedado en un repecho muy embarrado. Cuando el tractor la sacó, llegamos al lugar, bajamos todas las cosas y armamos el campamento, pero la gente no podía almorzar porque los bolsos estaban en la terminal de Minas esperando que la camioneta los fuera a buscar...

Salió de nuevo y volvió como a las 15:30 con los bolsos. Como era de esperar, el maldito repechito volvió a jugarle una mala pasada, pero por suerte el vecino estaba cerca con su tractor, sospechando de la habilidad del conductor para triunfar. Ese día ya hubo tiempo para poca cosa, pues teníamos que juntar leña y agua para la noche. Cenamos temprano un guiso de arroz con huevo frito que estaba buenísimo y agotamos repertorio en la guitarra, pues la gente estaba con poco sueño la primera noche. Había gente de todo el país: Florida, Salto, Paysandú, Maldonado y Montevideo.

El segundo día amaneció muy feo. De hecho, no pudimos visitar el cementerio indígena porque con la cerrazón el dueño nos desaconsejó el paseo porque no lo aprovecharíamos. Como él se iba a Montevideo esa tarde, al final nos quedamos sin paseo... Pero hicimos las Olimpíadas de la Sierra, con varios juegos cerca del campamento que duraron hasta el almuerzo. Después de la comida se largó la Cacería, donde los chicos tenían que conseguir varios objetos en las inmediaciones del campamento: nidos de pájaros, mojarritas, huevos, un poco de bosta, un arco y una flecha, preparar un tecito de carqueja, o traer un par de agujeros para arandela (y alguno porfiaba que lo que tenía en la mano era uno de esos!!). También tenían que responder algunas preguntas, que confirmaron que cuando los chicos están de vacaciones, están de vacaciones en serio: para nombrar 10 insectos, todos los equipos incluyeron a la araña y al ciempiés, y ninguno supo más de 4 presidentes uruguayos del siglo XX...

Antes que terminara, Arturo tuvo que ir a Minas a buscar al Padre Francisco, que se quedaba hasta el final con nosotros. Para poder superar el famoso repechito, fueron Pepe Kiriakidis y Rodrigo Tejería, pico y pala al hombro, a echar tosca en el paso peligroso. Con eso alcanzó bien, pues a la vuelta no se quedaron, a pesar de que había llovido de lo lindo esa mañana. A la vuelta, vimos lo que quedaba del partido del mundial en una tele a pila blanco y negro de 6 pulgadas que milagrosamente tenía señal en las sierras. Después tuvimos la misa y un juego del grillo mientras se preparaba la comida. El grillo consiste en que cada equipo tiene que ir encontrando a tres preceptores que están en el medio del monte haciendo el ruido de algún animal. Como el final del juego fue muy polémico y hubo varias acusaciones de corrupción, el campamento tuvo un juicio por audiencia, presidido por su Señoría, el Dr. Alfonso Preve, estudiante de derecho, que moderó las acusaciones, los alegatos, los testigos, las defensas, hasta que el jurado sentenció y penó a varias personas y equipos a lavar platos y ollas, a cantar ‘a capella’ algunos temas, etc.

El miércoles sí amaneció precioso y nos dispusimos a salir de supervivencia hacia el Castillo de Batlle, que nos dijeron el primer día que quedaba a unos 8 km del campamento. El tema es que teníamos pocos datos de cómo llegar: había que caminar hacia un galpón redondo y, al toparnos con un camino, seguirlo derecho hasta el castillo. Lamentablemente antes de salir el galpón redondo fue cubierto por la cerrazón, que no dejaba ver a 30 metros, pero ‘jugando de memoria’ decidimos salir igual. Repartimos chorizo crudo, naranja y galleta para cada uno y a caminar. Lamentablemente le erramos al famoso galpón y rumbeamos para otro lado. Cuando nos dimos cuenta, estábamos bastante perdidos a causa de la niebla y todos discutíamos para dónde estaba el campamento y para dónde convenía ir. Cuando estábamos a punto de volver, apareció el peón de la estancia, y nos aclaró el camino, que seguimos entre las sierras hasta el castillo.

Después de comer los chorizos en el monte delante del castillo, fuimos a visitarlo, pero estaba fuera de servicio y solo lo vimos por afuera. A eso de las 15:00 emprendimos regreso para ver si llegábamos a ver algo del mundial. Ahora la cerrazón había levantado y en el camino pudimos ver el espectacular paisaje que la niebla no nos dejó ver a la ida. Llegamos bastante rápido, vimos el mundial, tuvimos una charla de formación cristiana, la misa del día en el casco y después comimos... aunque no todos, porque la caminata estuvo matadora y alguno no aguantó el sueño. Esa noche éramos pocos en el fogón, así que aprovechamos para jugar al “Pin”: juego de ronda donde hay que ir diciendo números y decir “pin” cuando el que toca es 7 ó múltiplo de 7: parece fácil pero requiere mucha atención y genera grandes calenturas cuando uno le erra u otro lo hace confundir.

El último día teníamos poco tiempo, pues como estaba la cosa, tendríamos que caminar, si no hasta Minas de nuevo, por lo menos gran parte del trayecto. Tuvimos la búsqueda del tesoro con pistas medio complicadas y un mapa final que dio mucho que hablar. Al final, apareció el tesoro allá cerca del arroyo y los ganadores comieron waffles Bis con dulce de leche de postre, después de la tradicional canilla libre de hamburguesas al pan del último almuerzo. Desarmamos rápido el campamento, tuvimos la entrega de premios a los equipos y a los campamentistas más destacados y empezamos a patear hasta Minas. Esta vez, por el día precioso que hizo, la camioneta funcionó bárbaro y Arturo nos pudo arrimar varios kilómetros. Entre canciones y bromas sobre los sucedidos de esos días, llegamos a Tres Cruces con gran puntualidad y nos despedimos hasta el de verano.

Abajo las fotos:


Algunos de los asistentes, el día de la excursión.
Hay chicos de Florida, Paysandú, Salto, Maldonado y Montevideo.


Mateo Robledo en el fogón de la primera noche.


El equipo de Sebastián Alori preparando la carrera de obstáculos para que pase por ahí el equipo contrario.



Kako Kiriakidis y Santiago Tosar: dos preceptores estrella del campamento.

Manuel Cash mostrando la carrera de obstáculos de su equipo.

Pasando por la carrera de obstáculos más complicada.

Carrera de zombies

En plena cinchada, el equipo de Luispe Navarro lucha con fuerza.

Obviamente no nos íbamos a perder el mundial!

El Tosi contando uno de sus famosos chistes que alegraban el fogón de la noche.

Los "chicos de la Cope" -Agustín Flores y Felipe Calzá- con Martín Arias al fondo en el fogón.

"Atentti": miren que bien que quedan los gorritos con el logo del Club que hubo de regalo para los primeros en anotarse!!!

Entretenidos con las canciones de Arturo... después de comer, porque antes estaba concinando.

Felipe Calzá, Sebastián Schroeder y Agustín Flores mostrando el chorizo y la naranja que llevaban para la supervivencia.

Manuel Cash y Juan Manuel Nieto mostrando los víveres para la caminata.

Nahuel Cuevasanta, Ito Schroeder, Homero Nolla, Diego Schroeder y Chevy Schroeder haciendo los chorizos al lado del Castillo de Batlle.

El fogón floridense: Juan Manuel Nieto, Agustín Casella, Nicolás Cabrera y Manuel Cash.

Diego Tejería disfutando del almuerzo: qué foto para imprimir y encuadrar!

Con el Castillo al fondo. ¡Falta poco para llegar!

Frente al castillo de Batlle: llegamos!

Canilla libre de hamburguesas!!

Rafa Delpiazzo, director ejecutivo del campamento, junto al mejor campamentista -Alfonso Presno- y su premio.

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